El abrupto proceso de sucesión de Grupo Tirso protagoniza el ciclo «Empresarios hablando con Empresarios»

Dice la sabiduría popular que “nunca un mar en calma hizo experto a un marinero” y ese dicho bien podría aplicarse a la trayectoria profesional de Javier González Portilla. La repentina muerte de su padre, Tirso González, le situó al frente de una compañía con 26 recién cumplidos y con la única experiencia de haber trabajado junto a su progenitor durante siete años. Fue en ese momento cuando aprendió que “las palabras conmueven, pero el ejemplo arrastra”.

La impactante experiencia personal de González Portilla en el proceso de sucesión de Grupo Tirso protagonizó la última entrega del ciclo “Empresarios hablando con Empresarios” que organiza e impulsa la Asociación Cántabra de la Empresa Familiar.

Javier González Portilla

La charla, titulada “Orgullo, Pasión y Valores”, se estructuró en tres partes claramente diferenciadas. Tres segmentos marcados por el fallecimiento de Tirso González en 1985. “Tuve la suerte de vivir un proceso de aprendizaje y formación que no olvidaré en la vida” dijo el actual presidente de la compañía. “Él era un hombre hecho a sí mismo, con un fuerte espíritu emprendedor y una capacidad de trabajo ejemplar” matizó.

De hecho, aun siendo dos personas con un carácter fuerte, a las que les gustaba contraponer sus opiniones sobre el devenir de la empresa, su unión y su complicidad se reflejaba en la forma de sacar adelante el negocio. “Nosotros discutíamos mucho, pero nos unía la pasión por hacer las cosas bien” confesó. “Él me enseñó a abrazar la tenacidad, la lealtad y la confianza como elementos fundamentales para liderar una empresa” indicó.

Esta situación cambia drásticamente con la defunción del progenitor de Javier. “Fue un momento muy crítico y realmente duro” comentó. “No solo perdí un padre, con todo lo que eso supone. Perdí también un mentor y un referente empresarial” explicó González Portilla. En ese momento, en el que ni siquiera había un testamento para ordenar mínimamente la sucesión, el actual presidente de la empresa dio un paso al frente. Con su hermano acabando la carrera, Javier hizo frente al reto de la sucesión. “Había que sostener con fuerza el timón de una organización que comenzaba a despegar”. Valores como la confianza, la lealtad, el orgullo o el sacrificio marcaron sus primeros años al frente de Grupo Tirso. “Nosotros crecimos educados en el esfuerzo y la honestidad y así intentamos gestionar nuestra familia y nuestra empresa cada día” explica.

Javier González junto a la imagen de su padre y fundador de la empresa familiar

No fueron tiempos sencillos. Menos aun cuando un accidente deportivo postró a Javier en una cama durante semanas. A finales de los 80, ni siquiera existía el concepto de tele-trabajo, no había video conferencias y la gestión remota de la compañía era un desafío realmente complicado. “Fueron momentos exigentes, pero supimos levantarnos para no fallarle ni a él, ni a nuestra gente” confiesa el mayor de los hermanos González Portilla. “Estas circunstancias nos ayudaron a tener herramientas para enfrentarnos a los retos con determinación y a conseguirlos” continua. “Aquí nunca vale conformarse”.

A partir de 1990, con su hermano Roberto ya en el equipo, Grupo Tirso comenzó su despegue hasta convertirse en lo que es actualmente. Una empresa familiar de referencia en la región, que ha conseguido un crecimiento extraordinario de la mano de la segunda generación. Una política de diversificación constante y la expansión de negocio de las líneas más tradicionales del grupo son parte del secreto del éxito de esta familia empresaria en la que la tercera generación ya tiene protagonismo.

La incorporación de Carolina y Roberto, primogénitos de Javier y Roberto respectivamente, es un paso más a la hora de conseguir un equipo de personas altamente cualificadas. Un propósito que permite a Grupo Tirso hacer gala de un lema, “La Fuerza de un Equipo”, que les viene como anillo al dedo.